Al entrar en casa de los Kremkau, uno olvida que está en el centro de Alemania y cerca del Harz, una montaña. Casi parece, de hecho, que estemos al borde del Mediterráneo, por las palmeras, el ambiente cálido y las fragancias de las flores. Beate Sihler-Kremkau y Lutz-Peter Kremkau, jardineros y paisajistas, se dedican a transformar grandes y monótonas oficinas en espacios más saludables, un trabajo que les ha permitido ir dando forma a un proyecto tan peculiar como este: hacer de su casa un invernadero. O al revés.
De un vistazo
Quien vive aquí: Lutz-Peter Kremkau (de pie) y Beate Sihler-Kremkau, con su hijo Arne y su hija Tora
Situación: Holle bei Hildesheim, Alemania
Superficie: 360 metros cuadrados útiles
Fotografías: Julia Schoppe
Ahora se columpian felices, pero no hace tanto que todo esto no era más que un sueño. De hecho, Beate y Lutz necesitaron toda su imaginación y experiencia, acumuladas dirigiendo la empresa Kremkau Raumbegrünung y la asociación Die Raumbegrüner, para hacerlo realidad: “Obtener el permiso de construcción fue un largo proceso, nadie podía imaginar el resultado”, recuerda Beate.
Querían un jardín para disfrutar durante todo el año, a pesar del duro clima en el que viven. Junto con el ingeniero Bernhard Wewers, pusieron en marcha un proyecto que arrancó en 1998 y para el que necesitaron 2 años de trabajos. Hoy, 17 años después, no sólo han crecido aquí las plantas, sino también sus dos hijos.
Para toda la familia, este oasis verde es sinónimo de calidad de vida. Las plantas hacen de filtro contra la contaminación: “Nuestros hijos apenas se ponen enfermos. Los días que han faltado a la escuela son una excepción», dice Beate. Además, como explica el dueño, los escarabajos controlan de manera natural las posibles plagas de las plantas.
El invernadero está compuesto por una única nave de planta rectangular. Los 1.850 metros cúbicos ofrecen suficiente espacio para un exuberante mundo vegetal, de estilo mediterráneo. El edificio de vidrio, con una superficie de 580 metros cuadrados, cuenta con perfiles de acero galvanizado. Para el tejado se utilizó un tipo de vidrio de seguridad especial –las lluvias de granizo, como hemos visto, son habituales en esta zona.
Con el fin de crear las mejores condiciones para las plantas, había que conseguir mucha luz. Por eso, también se diseñó un techo asimétrico –el lado más grande está orientado hacia el sur.
Los costes de calefacción de la vivienda son mínimos, gracias al aislamiento que proporciona el vidrio del invernadero.
La zona de día se inunda de luz gracias a la claraboya que conecta con la terraza que está en el techo. Por supuesto, hay una huerta con frutas y hierbas aromáticas. Higos, peras, moras o uvas, con las que se elaboran deliciosos postres. Lo que se cultiva y se cocina en los países del sur también se puede hacer bajo este gran techo de cristal.
“Si me hubieran dicho que una palmera sobreviviría aquí, jamás lo hubiera creído”, afirma la maestra florista. Lo cierto es que, debido a la protección del cristal y a la temperatura constante, este ejemplar crece aquí perfectamente.