Recuerdos personales, juguetes, plantas, piezas de anticuario y mucho color dan forma a una vivienda diferente en la que, paradójicamente, nada sobra. Su dueña, Blanca Zurita, nos descubre cómo la ha decorado, cómo viven ella y su familia, sus gustos y sueños, pero también qué cosas cambiaría de un hogar muy sorprendente.
De un vistazo
Quien vive aquí: Blanca (44), que se dedica a la asesoría, imagen y comunicación de moda y estilo de vida; Javier (57), su marido, médico; y sus hijos, Diego (11) y Casilda (9). Finalmente está Carina, que “nos ayuda a que la casa esté en condiciones”, afirma Blanca.
Situación: Urbanización La Sacedilla, Majadahonda, Madrid
Superficie: 160 metros cuadrados
En contra del tópico, Blanca no se enamoró de su casa a primera vista. “Me gustó muchísimo la situación y la urbanización. Las zonas comunes son magníficas y estamos al lado de la naturaleza. De la vivienda me atrajo la fuerte personalidad de una casa antigua, concretamente de los años 70, con una distribución un poco absurda que provocaba un reto a la hora de decorarla”, dice.
El salón (en la imagen superior) es el centro de reunión. “Aquí jugamos al Monopoli, backgamon, póker…, pero también hacemos los deberes, leemos, jugamos a la PlayStation, vemos la tele o escuchamos música”.
De la zona en la que vive, le gusta especialmente “la posibilidad de disfrutar de un ritmo más sosegado que en el centro de la ciudad, pero con unas comunicaciones perfectas para acceder a ella”.
En el salón destacan un gran cactus y una palmera.El comedor, oculto en la imagen horizontal superior tras el gran cactus, da fe del interés y el gusto de la familia por los animales. Blanca utiliza los juguetes de los niños, como los dos elefantes sobre la mesa, para decorar la casa. Los peces voladores disecados que adornan la pared se los regalaron en un cumpleaños.
“Disfrutar de la naturaleza es lo que ocupa la mayor parte de nuestro ocio. Mi viaje soñado es ir a África, pero el último sitio en el que hemos estado es el zoo de Santillana, donde recuperan animales y que tiene un gran prestigio conservacionista”, dice Blanca.
El office de la cocina es para los desayunos más relajados de los fines de semana. Jugamos al ahorcado en la pizarra que ocupa toda la pared, donde puntualmente también estudiamos”.
En general, la decoración es una mezcla de objetos y recuerdos. “La casa esta viva–continúa–. Algunos elementos vienen y otros se van. Me gusta mezclar muebles, colores, elementos que simbolizan cosas importantes para todos nosotros… y mezclarlos sin ningún pudor. Eso sí, siempre que funcione estéticamente y pensando en que es una casa para vivir, no para mirar. No sé definir el estilo que me gusta, pero sí que soy más barroca que minimalista”, dice.
En la entrada de la casa, Blanca aprovechó el ángulo de la pared para colocar una mesa de comedor, que, además, pintó del mismo tono que la pared “para que todo el espacio resulte más ligero”, dice.
“El coche amarillo lo conseguí de un escaparate de una tienda de decoración en Madrid. Lo pedí y tuve la suerte de que me lo dieran”.
Para Blanca, todos los elementos de su hogar son especiales. En todo caso, destaca “el sofá francés con estampado de flores de kilim antiguo que hay en el salón; las esculturas de elementos marinos, de Teresa de la Pisa; y la presencia de diferentes objetos (esculturas, peluches, figuras) de animales”.
Para el cuarto de su hija buscó “algo más coqueto y femenino”. Su intención era la de “conseguir un espacio con el que ella se sienta a gusto e identificada y siempre con una amplia zona de estudio”.
Blanca también ha decorado el cuarto de su hijo. “Él quiere ser arqueólogo, aventurero. Su ídolo es Frank de la Jungla”, cuenta Blanca.
Caretas en 3D de animales, cabezas de peluche de jirafas y leones, fotos de un viaje en el que la familia se bañó con leones marinos y delfines… Toda esta amalgama da forma a la habitación de su hijo Diego.
El guepardo, que era de color blanco, estuvieron pintándolo entre madre e hijo durante el día de Reyes de hace un par de años.
Este es el dormitorio de Blanca y Javier. “Para mí, el momento de mayor tranquilidad, el más personal, es cuando estoy en mi cuarto. Me encanta la luz y las ramas de los árboles que casi se meten por mi ventana”, afirma.
Llama la atención la, a priori, fuerte presencia del rojo: un color que activa más que relaja. “La cantidad de rojo engaña. En realidad, hay mucho blanco. Además, el cabecero es gris; la pared, azul; y el mueble, amarillo. El rojo no es lo que predomina en el cuarto pese a lo que pueda parecer”, dice Blanca.
El armario amarillo que menciona Blanca es un mueble oriental de madera que compró en el Rastro de Madrid. “El amarillo es uno de mis colores preferidos. Me aporta energía y me encanta su vitalidad. Cuando llegamos a esta casa, encargué pintar el armario con una laca especial para coches. La elegí por el brillo que tiene”, dice.
Sobre qué cambiaría de la decoración de su casa, Blanca dice que se desharía de las televisiones. “Tenemos cinco en total, pero yo las quitaría todas porque apenas la veo. Tendría más paredes para colgar algunas obras que tengo en mente. Si tuviese algo más de metros cuadrados, tendría un vestidor: el sueño de casi toda mujer. Además, convertiría mi cocina en un cuarto de estar, una zona abierta”.
Por otro lado, reconoce que los baños son su “gran asignatura pendiente”. Su cuarto de baño ideal tendría moqueta, un sofá y una bañera. “Me gustaría tener un cuarto de baño diferente, que fuera casi como un cuarto de estar”, concluye.
Bonito Post.